El
siglo XV estaba destinado a ser el siglo ibérico por excelencia. Los distintos
reinos en que se dividía la península eran ya importantes dentro del concierto
europeo, pues sobre una superficie de unos 600.000 Km.2 existían, prácticamente,
sólo cuatro Estados: Castilla, Portugal, Aragón y Navarra. Castilla el más
extenso, desde el siglo anterior, incluía a León y comprendía a Galicia,
Asturias y parte de la costa levantina, y estaba arrebatando nuevos territorios
a los musulmanes. Aragón se uniría en ese mismo siglo con el reino de Castilla. De los cuatro
Estados, Portugal, si bien no el más extenso, era, por cierto, el menos
afectado por la lucha contra los musulmanes y, además, era el más vitalmente
vinculado al mar. Así lo determinaba su condición de país relativamente
estrecho y dotado de un extenso litoral. Estaba destinado a adelantarse a todos
en la navegación atlántica.
En la segunda
década, el infante don Enrique el Navegante echó en Sagres las bases para una
amplia formación marinera. De esa escuela salieron los navegantes que abrieron
el mundo a los europeos, solucionando, de paso, el problema creado por el
monopolio de todo el comercio con Oriente, hasta entonces en manos tanto de
comerciantes como de soberanos musulmanes del Asia.
LA SITUACIÓN
EUROPEA DE LA ÉPOCA:
EUROPA AMENAZADA
La situación del comercio europeo era muy extraña: había asumido una importancia considerable el tráfico con Oriente, muchos de cuyos productos tenían un extenso mercado en Europa; pero los precios eran fijados, no ya por los productores, lo cual hubiera sido admisible, sino por unos intermediarios cuya única intervención en el trafico se limitaba a no impedir el paso de las mercaderías; los funcionarios y reyezuelos de los Estados del Cercano Oriente.
Ello había originado, por una parte, una
elevación desmesurada del precio de los productos asiáticos (fundamentalmente,
las famosas especias y sedas) sin que los comerciantes productores asiáticos
percibieran beneficio alguno; por otra parte, algunos productos manufacturados
europeos, objeto también del comercio, debían venderse a precios bajísimos,
pues los intermediarios los fijaban arbitrariamente.
Esta situación insólita había llevado a una
disminución del poder adquisitivo de todas las monedas europeas. Con todo,
hasta ese momento los comerciantes genoveses y venecianos, por ejemplo, habían
participado en los beneficios de los bajaes y reyes del Cercano Oriente, y se
limitaban a embolsar la diferencia que les dejaban, y participaban, de vez en
cuando, en los conflictos entre los gobernantes, con vistas a lograr alguna
ventaja.
Sin embargo, últimamente las conquistas de los
otomanos amenazaban con una dominación política más estable y severa. Este
estado de cosas se agravó a mediados del siglo, cuando los turcos tomaron a
Constantinopla.
Estas cuestiones preocupaban a todos los
europeos, pero ningún Estado se hallaba en condiciones de emprender una acción
contra los islamitas. Un importante Estado europeo, Castilla, hacía ya siglos
que estaba combatiendo, y con éxito constante, contra los musulmanes de España.
Europa, mientras tanto, retrocedía en bloque, frente al avance de los turcos
musulmanes del Cercano Oriente.
Uno de los pueblos ibéricos, Portugal, asumió
la tarea de procurar una solución para el problema que afectaba a todos los
europeos: arrebatar a los musulmanes el dominio de la economía continental. En
su famosa escuela de Sagres se constituyó una verdadera academia naval.
Cartógrafos, marinos, geógrafos, se formaban allí, con vistas a solucionar
importantes problemas.
Por ejemplo, ¿África podría ser
circunnavegada? ¿Las tierras del trópico serían efectivamente desiertas? ¿Se
podría llegar a la fabulosa India?. Los navegantes portugueses surgidos de tal
escuela intentaron responder a todas estas cuestiones, fundamentales para la
vida y el porvenir europeo.
La acción del príncipe Enrique y la expansión
portuguesa: En tanto Castilla y Aragón enfrentaban el problema de la reconquista,
Portugal y Andalucía iniciaron la expansión. En el siglo XV la isla Madeira y
parte de las Canarias estaban ocupadas por colonos portugueses y españoles,
respectivamente. A fines de siglo, Madeira producía caña de azúcar y vid en
cantidad suficiente para exportar.
Nació en Oporto el 4 de marzo de 1394, tercer hijo del rey João I de Portugal (1385-1433) y de Felipa de Lancaster, hermana de Enrique IV de Inglaterra. Fue educado en la literatura, la política y la guerra. Con algo más de 20 años (1415) toma parte en la conquista de Ceuta, empresa en la que participaron más de cincuenta mil portugueses y unas 200 naves. A partir de entonces parece que surgió en el Infante la idea de acometer la exploración de de las costas africanas.
Portugal, con extensas costas sobre el océano,
buenos puertos, una considerable población pesquera y una clase comercial que
se había emancipado bastante del feudalismo, estaba en condiciones de comerciar
productos costosos. Los italianos defendían sus derechos y, en consecuencia,
Portugal y el oeste de España buscaron nuevas fuentes comerciales.
Conocían muy bien el Atlántico, desde Islandia a África del Norte.
El príncipe Enrique de Portugal (1394-1460)
fue el que inició un plan sistemático de exploración. La penetración en África
se inició en 1415 con la toma de Ceuta (Marruecos), que era punto clave del
estrecho y camino hacia la región del oro.
Portugal estaba atravesando una grave
crisis económica. Conquistada Ceuta, no se lograron las ventajas económicas
esperadas y el fracaso engendró nuevas expediciones. Zurara, cronista
contemporáneo, enumera las razones que impulsaron al príncipe Enrique a
organizar estos viajes. Sostiene que primero fue el deseo de saber qué había
más allá del cabo Bojador, rodeado por Gil de Eannes en 1434.
Diego Gómez, quien descubrió en 1456 la
desembocadura de los ríos Geba y Casamance, en sus relatos de viajes, decía que
el príncipe deseaba encontrar los países de donde provenía el oro que llegaba a
Marruecos por las rutas del desierto para comerciar con ellos. Zurara coincide
en ese punto, pero agrega que los exploradores esperaban encontrar pueblos
cristianos más allá del país de los moros. Además, se deseaba averiguar hasta
dónde llegaba el poderío árabe y buscar alianzas con cuanto príncipe cristiano
pudiera hallarse.
En 1460 los portugueses llegaron a la altura
de Sierra Leona buscando oro, esclavos, marfil, caballos y la conexión con la
India Gangética qúe pensaban encontrar hacia el sur, siguiendo la concepción
geográfica de Fray Mauro, o cruzando Africa, si se seguía la teoría de Ptolomeo.
Muerto el príncipe Enrique, su sucesor,
Alfonso V, tuvo más interés en tomar Tánger. Igualmente, las expediciones hacia
el sur continuaron; en 1475 estalló la guerra entre Portugal y Castilla por la
determinación de la nobleza castellana de excluir del trono a Juana (la
Beltraneja), proponiendo en su lugar a Isabel. Alfonso V se casó con Juana y
reclamó el trono de Castilla.
Como consecuencia, hubo encarnizadas luchas
que se extendieron a Guinea. La zona fue escenario de anormalidades y
fricciones que Castilla castigó. Portugal replicó con el hundimiento de barcos
y muerte para la tripulación capturada en la zona que consideraba como propia.
La corona portuguesa reclamaba el monopolio comercial basándose en la prioridad
del descubrimiento y en las Bulas papales de 1454 y 1456 que otorgaron
exclusivamente al príncipe Enrique y a la Orden de Cristo el derecho y el deber
de convertir a los indígenas de esa región.
La lucha terminó con el Tratado de
Alcaçovas-Toledo de 1479, por el cual Portugal se reservó el derecho de ruta
hacia el sur de Guinea y todos los archipiélagos, salvo Canarias y Santa Cruz
de Mar Pequeña. Castilla podía anexionar ‘otras islas de Canarias’, si las
hallaba hacía el oeste.
En forma clara se nota que Portugal se
desinteresó por la ruta hacia el poniente. Bartolomé Diaz, experto navegante,
descubrió en 1487 el Cabo de Buena Esperanza, aunque el extremo sur del
continente corresponde al de las Agujas; más al este Supo sortear el peligro de
las corrientes marinas y abrir el camino al Asia.
La expedición de Vasco da Gama, que partió en
1497, sorteó el Cabo de Buena Esperanza, hizo varias escalas en la costa
oriental de Africa y llegó a Calicut en 1498. Inmediatamente negoció con el rey
local para adquirir especias. Reunió cierta cantidad de pimienta y canela. Con
ese cargamento regresó a su país. Arribó a Lisboa en Setiembre de 1498. Así se
cumplieron los objetivos que Portugal se había propuesto. En tanto, Castilla se
proyectó hacia el Atlántico con el apoyo de marinos andaluces.
Brasil fue
descubierto en 1500 por Pedro Álvares Cabral. Aunque inicialmente menos importante, Brasil
llegaría a ser la colonia más importante del imperio, desde la cual Portugal
reunió recursos como oro, piedras preciosas, caña de azúcar, café y otras
cosechas.
Desde 1580 hasta 1640, el trono de Portugal
fue retenido por los reyes Habsburgo de España.
Este periodo marcó el fin del I Imperio Portugués al establecerse la Unión Ibérica(o Unión de
las Coronas), o según definición de la época "Unión de los reinos
españoles", o de España (siendo los reinos españoles la Corona de Aragón,
Castilla y Portugal). Lo que benefició a Portugal, el libre derecho de la
inmigración de ciudadanos portugueses a territorios españoles, sobre todo a la
actual Hispanoamérica a parte de Brasil.
La diferencia básica
entre la unión personal y real, es que la primera es casual y no crea ningún
vínculo jurídico entre los territorios de la unión, mientras que en la unión
real se produce una uniformación de su política exterior, como fue el caso de
Portugal. Así, la unión de Portugal y Castilla daría lugar a un conglomerado
territorial que incluía posesiones en todo el mundo: México,
los actuales oeste y sur de los Estados
Unidos, América Central, el Caribe, Sudamérica, Filipinas, Timor
Oriental, los Países Bajos Españoles (excepto los Países Bajos),
así también como núcleos costeros y enclaves en Berbería, Guinea, Angola, Mozambique y otras bases en el este de África, Golfo Pérsico, India, los reinados y
ducados territoriales en Francia e Italia y en el Sudeste Asiático, (Macao, Molucas, Formosa...).
Los enemigos de España,
tales como los Países Bajos, Francia e Inglaterra,
codiciaron sus riquezas ultramarinas, y en muchos casos encontraron más fácil
atacar los puestos portugueses pobremente defendidos que los españoles,
principalmente las Provincias Unidas de los Países Bajos;
España también ejerció una política de abandono de las capitanías portuguesas
que ahora controlaba. Aunque las colonias holandesas en Brasil fueron borradas,
en el siglo XVII, los holandeses pudieron ocupar Ceilán, el cabo de Buena
Esperanza, y las Indias Orientales y a encargarse del comercio con Japón en Nagasaki. Los territorios del
Pacífico de Portugal fueron reducidos a las bases en Macao yTimor
Oriental.
La independencia de
Portugal de España, el 1 de
diciembre de 1640, supuso también la
pérdida de derechos en los antiguos territorios españoles se habían establecido
durante la Unión Ibérica con su metrópoli. Se perdieron contactos con las
antiguas colonias que pertenecían a la soberanía española.
En 1661 los
portugueses dieron Bombay a Inglaterra como parte de una dote, y por
los próximos cien años, los británicos se convirtieron en la potencia dominante
en la India, excluyendo a otras potencias del comercio. Portugal retuvo Goa y
varias bases menores a lo largo del período.
El
terremoto de Lisboa de 1755 puso en jaque las ambiciones
coloniales portuguesas en el siglo XVIII. El seísmo y subsecuente tsunami mató a más de 100 000 personas en Lisboa
(entonces una ciudad de 275 000). Destaca el conflicto con España en la Banda Oriental por la colonia del Sacramento, las Misiones Orientales, Río Grande del Sur, Santa Catarina, La Guayra así
como otros territorios fronterizos en Sudamérica. En 1815 quedó
establecido el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve.
Imperio
portugués - 1810.
Brasil siguió siendo un territorio de Portugal por
muchos años, y se convirtió en el centro principal de las ambiciones coloniales
portuguesas. La inmigración voluntaria desde Europa y el comercio de esclavos
de África aumentó la población de Brasil inmensamente (Brasil hoy es el país de
habla portuguesa más grande del mundo). Para 1822, tras las guerras Napoleónicas,
la estancia de la Monarquía en Brasil y los procesos de independencia de la
América Española, Brasil declaró la independencia con un príncipe
portugués, Pedro I, como emperador. Ése fue el fin del II Imperio portugués.
A la altura del colonialismo europeo en el siglo XIX,
Portugal había perdido su territorio en Sudamérica y conservaba unas cuantas
bases comerciales en Asia y África. Durante esta fase, el colonialismo
portugués se enfocó en expandir sus posesiones en África (que frecuentemente
eran fortificaciones destinadas a servir como puestos comerciales) en
territorios de mayor tamaño para competir con otras potencias europeas durante
el Reparto de África, comprendiendo que las ambiciones de las grandes
potencias como Francia, Gran Bretaña o Alemania forzaban
al gobierno portugués a asegurar su dominio sobre todos los territorios que aún
pudiera reclamar.